La pandemia por COVID-19 y los cambios que esta implica, como la cuarentena, aislamiento, y distanciamiento social, pueden causar un impacto negativo en la salud mental de la población.
En especial en aquellos más vulnerables como niños, adolescentes, adultos mayores y personas con antecedente de enfermedad mental. Hasta el momento, se ha evidenciado que las personas con trastorno psiquiátricos como trastornos de ansiedad, trastorno depresivo mayor y esquizofrenia, se encuentran en mayor riesgo de tener ansiedad y depresión severa en comparación con la población general (2,7), e incluso, se han documentado casos de episodios psicóticos relacionados con la pandemia por COVID-19 (9,10). Desafortunadamente, la atención en salud mental no es prioridad durante esta crisis, el acceso puede estar limitado y los pacientes pueden estar en riesgo de interrumpir tratamientos y reducir la adherencia a estos, causando una descompensación e inestabilidad clínica. Por consiguiente, es necesario desarrollar estrategias como la implementación de programas de tele-psiquiatría y líneas telefónicas de atención, además de garantizar el acceso a tratamientos farmacológicos y brindar educación a la población respecto al cuidado de la salud mental durante y después de la pandemia.